Cuando alguien apriete el botón: Carlos Larraín, Alejandra Matus y la relación de la prensa con el poder y la élite.


Versión extendida de artículo aparecido en Fotech.cl Click aquí.

El domingo 24 de enero, a eso de las 23 horas, ardió Troya en “Pauta Libre”. El ex senador y ex presidente de Renovación Nacional Carlos Larraín fue severamente atrincado por la inefable Alejandra Matus, quien le preguntó sin anestesia por la situación de su hijo Martín. Larraín claramente no está acostumbrado a que lo atrinquen de esa manera, y cuando se vio acechado sacó a relucir su mejor performance de "Señor de la Querencia", exigiendo que cambiaran de tema y amenazando con desconectarse, lo que finalmente concretó.

Información de contexto: en septiembre del 2013, Martín Larraín atropelló a un inocente bajo la influencia del alcohol y huyó del lugar. El tribunal correspondiente terminó absolviendo a Larraín luego de un proceso judicial severamente cuestionado, con alcoholemia al día siguiente del hecho, amigos del acusado prestando falso testimonio, soborno a la familia de la víctima, falsificación de la autopsia de la víctima y otras irregularidades que llevaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a exigir al Estado de Chile explicaciones al respecto. 

Ante la intervención de Matus, Larraín perdió súbitamente los papeles. Gritó indignado que “mi hijo Martín tiene derecho a seguir viviendo” y amenazó con terminar la entrevista si insistían con el tema. Posteriormente José Antonio Neme volvió a la carga, y el ex senador se despachó una frase que retrata su alma de "patrón de fundo": “yo aprieto un botoncito y se acaba el programa. Les digo eso no más”, hasta que efectivamente apretó el dichoso botón y se fue. 

Las preguntas de Alejandra Matus (más “ninja” que nunca) y de José Antonio Neme eran más que pertinentes. No eran dos morbosos reporterillos de farándula hurgando en la intimidad de su entrevistado. No es la misma situación que, por ejemplo, la de Pedro Carcuro, quien en las entrevistas que le hacen se rehúsa a responder preguntas acerca del suicidio de su hijo Franco. En ese caso, donde no hay delitos ni procesos judiciales cuestionados ni poderosos implicados, resulta comprensible y respetable que opte por no tocar ese doloroso tema.

Larraín reclamó que lo invitaron a “hablar de política”, y el tema de su hijo no puede ser más político. Estaban preguntando por un caso que está en el epicentro de la crisis social del país, que le echó pólvora y “C-4” a la bomba de tiempo que terminó explotando en octubre de 2019. El Estallido Social se explica en gran parte por hechos como el de Martín Larraín, que hablan de desigualdad en su más amplio sentido. Episodios como este, el caso SQM, el caso PENTA y otros alimentaron por años la sensación que, como decía Eduardo Galeano "la justicia es como la serpiente, solo muerde a los descalzos". Si eres parte de la élite y cometes un delito, tu poder e influencias te permitirán zafar o al menos tener una condena menor a la que te correspondería. 

El episodio de Carlos Larraín me trajo a la memoria la historiada entrevista a José Piñera realizada por Juan Manuel Astorga en el programa “El Informante” de TVN en Agosto de 2016. El padre de las AFP, y hermano y principal “Bestia Negra” del Presidente de la República se mostró chúcaro y prepotente en todo momento ante las preguntas de Astorga, que no es precisamente de los entrevistadores más puntudos de la plaza. ¿Cómo reaccionaría ante una Alejandra Matus o una Mónica González? En general, nuestros “poderosos” no están acostumbrados a enfrentar interrogadores asertivos y sin complejos como la autora de “El Libro Negro de la Justicia Chilena”. Algunos como José Piñera y Carlos Larraín parecen creer que los periodistas tienen que actuar como relacionadores públicos y preguntar solo lo que les interesa (o acomode) o de lo contrario se reservan el derecho a “apretar el botón”.

La falta de autocrítica y poca costumbre de recibir cuestionamientos directos de Larraín y Piñera se hacen extensivas a gran parte de la elite política económica y social chilena. Si hay algo que ha quedado en evidencia desde el Estallido Social en adelante es que nuestra “elite”, nuestra “clase privilegiada”, deja mucho que desear. Tenemos una elite “achanchada”, aburguesada, adicta a mirarse al ombligo, poco acostumbrada al rigor del cuestionamiento, sin estímulos para mejorar y evolucionar, y a la que le cuesta tomar conciencia de la realidad fuera de su gueto. Como ha señalado asertivamente en diversas entrevistas el ex diputado Renato Garín, están poco y mal preparadas, lo que se refleja en su poco dominio de idiomas extranjeros y su incapacidad para desenvolverse con prestancia en ámbitos internacionales, como quedó en evidencia en la cumbre del COP 25. Las carísimas instituciones educacionales donde asisten parecen más pensadas para tejer futuras redes de contactos y de poder que para educar y formar personas. Con lo que cobran esas instituciones educacionales (muchas de ellas de inspiración católica) esos estudiantes deberían, como mínimo, salir de cuarto medio caminando sobre el mar y multiplicando los panes y los peces.

El futuro de la elite no despunta para nada prometedor. Los carretes clandestinos de Cachagua nos han mostrado que hay mucho hedonismo, superficialidad, carencia de empatía, prepotencia y hasta escasez de vocabulario (mucho garabato) en “la patrulla juvenil” de la elite. El “zorrón” diciendo que no se arrepentía de nada, que “lo pasó fino” en los carretes prohibidos; el corredor de rally que arrendó la casona para la fiesta clandestina de año nuevo, la devolvió inundada en vómitos y amenazó con demandar al arrendatario si lo funaban; y el par de pendejos del carrete clandestino en el barrio alto que le gritaron “progre culiao” y “periodistas muertos de hambre” .a los reporteros que cubrían su detención hacen gala de la misma falta de autocrítica de sus mayores. Me atrevería decir que los “cuicos” solamente se diferencian de los “flaites” en su patrimonio, árbol genealógico y privilegios, pero que no son tan diferentes como personas.

Si bien han existido profesionales que, en diversos momentos, ha hecho el trabajo de atrincar a los poderosos como Raquel Correa, Constanza Santa María, los hermanos Mosciatti, Fernando Paulsen, Felipe Bianchi y Julio César Rodríguez, lo que ha predominado en la TV abierta es una prensa más bien condescendiente con el poder. Nunca será fácil asumir una postura crítica de los poderosos desde la TV abierta, menos en un momento de crisis de la industria televisiva, donde cualquiera que se vea afectado o no le guste la línea editorial del canal puede hacer ver su descontento “Apretando el botón”, lo que se puede traducir por ejemplo en quitar auspicios, como de hecho lo hizo Juan Sutil con CNN Chile. Uno de los desafíos de la Convención Constituyente es nivelar la cancha, lo que implica quitarle el acceso al “botón” a los poderosos, o al menos lograr que apretarlo sea menos efectivo o más costoso. Nadie en Chile, y mucho menos si tiene algún grado de poder, puede quedar exento de ser cuestionado si las circunstancias lo ameritan. Exceso de poder sin un contrapeso a la altura es una receta para el desastre en cualquier sociedad. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Actualización Previa Viña 2024: Peso Pluma no llega ni al primer round

El doble hito de “Now and Then”: el final de The Beatles y el inicio de la era de las Inteligencias Artificiales.

Análisis informal del fenómeno Taylor Swift: Parte 1: Una artista injustamente subvalorada.