El caso de Cristian Warnken: un poeta intelectual en medio de la lucha de clases

Artículo publicado en Fotech.cl. Enlace aquí.

Desde el 2020 a esta parte, el poeta y comunicador Cristián Warnken ha estado en el ojo del huracán. El histórico conductor de “La Belleza del Pensar” está pagando el precio de ser parte de una élite cuyas debilidades y pellejerías han quedado de manifiesto desde el Estallido Social en adelante.

En plena crisis por la pandemia del coronavirus, en su espacio “En Persona” del portal web ICARE TV, realizó una de sus clásicas entrevistas profundas al entonces hiper cuestionado Ministro de Salud Jaime Mañalich; a inicios del 2021, dos de sus “cartas” en el portal web de Radio Pauta, sacaron ronchas: la primera, llamada “Elegía en la hora de los esqueletos”, es una verdadera letanía de lamentaciones por el cierre del restaurant “Squadritto”, del cual culpó al Estallido Social; y en el siguiente, llamado “Carta abierta de Cristián Warnken al ministro de Salud” escribió de la “crisis de la obesidad” de una forma que fue considerada clasista, despectiva, con una dosis importante de “gordofobia” y poco informada, lo que le valió sendas respuestas de parte del académico Dino Pancari y la nutrióloga Denisse Kohn. Las críticas no provinieron solamente de los obesos que se pudieron sentir aludidos, sino que también del mundo médico, por el desconocimiento de Warnken de los últimos avances en el combate a la obesidad, en especial respecto de la dimensión psicológica.

El aporte de Warnken en el mundo de las comunicaciones resulta valioso e innegable. Fue durante años el paradigma máximo de la “alta cultura” en los medios masivos. Su recordado programa “La Belleza del Pensar”, transmitido desde 1995, inicialmente por ARTV y luego por Canal 13 Cable, fue durante una década el gran referente intelectual de la TV chilena, llegando incluso a obtener premios como “mejor programa cultural” en más de una ocasión. Con el formato más anti-televisivo que uno se pueda imaginar (Warnken y sus invitados conversando en una mesa en un escenario con fondo negro), desfilaron por ahí decenas de intelectuales de los más diversos tipos y estilos. El 2006, el programa continuó en TVN bajo el nombre de “Una Belleza Nueva” hasta que dejó el canal estatal el 2013 en protesta porque iba a ser programado los domingos a las 8 de la mañana, para posteriormente tener una temporada final en La Red. Además, tuvo una fallida experiencia en Radio Concierto entre 1995 y 1996 con su proyecto del “desembarco de los ángeles”.

Me parece que Warnken es un personaje inteligente, culto, preparado, decente y muy bien intencionado. No veo maldad ni maledicencia en sus dichos. Lo que si veo es un profundo esnobismo intelectual, desprecio a manifestaciones culturales distintas a las de su preferencia, y falta de “calle”. Su recordada columna “Homo Pokemón” (El Mercurio de Santiago, 18 de Agosto del 2016), en la cual basureó y ninguneó sin misericordia al fenómeno de “Pokemón Go”, es reflejo de lo anterior, y le valió recibir las primeras críticas en redes sociales.

Su sello como columnista es el exceso de recursos retóricos y referencias a diversos escritores, poetas y filósofos, muchos de los cuales solo conocen él y un puñado de iniciados. La sobredosis de pirotecnia literaria lleva a que sus artículos resulten difíciles de seguir si no posees su bagaje cultural. La premisa principal de sus artículos suele caber en uno o a lo más dos párrafos, y todo el resto es pura “paja molida” innecesaria, que no aporta en nada al tema central y que transforma sus columnas en un “sudoku” difícil de resolver. Como resultado, lo que podría ser un punto de vista interesante termina quedando como una caricatura del “poeta intelectual” pretencioso, engrupido, paternalista y pedante que mira la realidad desde el Olimpo de su Jardín.

Estamos coqueteando peligrosamente con la lucha de clases. Desde el Estallido Social en adelante ha quedado en evidencia que nuestra élite deja mucho que desear: aburguesada, dedicada a mirarse al ombligo, con cero empatía y totalmente ignorante de la realidad fuera de su gueto; como bien describió el cientista político Hassan Akram, es “bananera, vulgar e ignorante”. Esa élite que desde siempre ha dictado pautas de vida al resto de la sociedad, ha pontificado sobre el “bien” y el “mal” y que se ha vendido como “la cúspide de la decencia y la excelencia” ha mostrado la hilacha de manera patética en estos últimos meses. Algunos de sus miembros son tan mediocres que su situación privilegiada solamente se puede explicar por su cuna y sus contactos. Parafraseando a Los Prisioneros, los pobres ya se dieron cuenta que los ricos son tan imbéciles como ellos.

Warnken es un personaje de élite, escribe para ella y, aunque se da cuenta de sus fallas y hasta la interpela directamente, no está exento de algunas de sus falencias. Quizás la mayor de ellas es no dimensionar los alcances de sus privilegios. Hizo un sentido réquiem del “Squadritto” como si fuera la máxima tragedia del Estallido Social, dejando de lado otras mayores, como si los mutilados por Carabineros fueran una nota al pie de página; hizo una odiosa correlación entre obesidad, pobreza e ignorancia, desconociendo las dimensiones económicas y psicológicas del tema y la realidad de las clases bajas para las que un “estilo de vida saludable” resulta económicamente inalcanzable; le hizo una entrevista complaciente y al borde de las relaciones públicas a Jaime Mañalich en el momento más álgido de la pandemia, cuando estaba severamente cuestionado por su desempeño y habían voces pidiendo su salida.

Creo que Warnken quedó atrapado en medio de la lucha de clases. Su estilo y mensaje, antes alabado de forma casi unánime, empezó a hacer ruido en gente que durante toda una vida ha sido maltratada, roteada, guatoneada, etc, y que un buen día se aburrió, hizo sentir su rabia y ya no aguanta que los venga a ningunear de manera pedante, aunque sea en una columna recargada de florituras retóricas. Insisto en que no lo veo como alguien mal intencionado. Solamente necesita hacer lo mismo que, acertadamente, le pidió a la élite en su carta a Enrique Paris: bajarse de su nube, salir un momento de su jardín y bajar al llano a ver su realidad y tratar de entenderla para poder comunicar sus ideas de otra forma.

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