El imperio de la performance: de la farándula a la política.

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La “Abuela” los tiene locos a todos. A meses de las elecciones presidenciales, la diputada Pamela Jiles encabeza las preferencias en diversas encuestas. Su estilo disruptivo irreverente y, sobretodo, performático tiene de cabeza a la clase política completa. Cunden las voces rasgando vestiduras al ver que Jiles, Cathy Barriga, el ahora ultra-funado Florcita Motuda y otros han transformado a la clase política en un circo farandulero. Siendo honestos, no es cierto que la “Abuela” y otros hayan traído el circo y la farándula a la política. La verdad es que el circo estaba funcionando desde hace mucho rato. Su hito de instalación fue ese recordado “número artístico” de kermesse colegial de Sebastián Piñera, Evelyn Matthei, Adriana Muñoz y Juan Carlos Latorre de la Teletón de 1990. Posteriormente vimos a Joaquín Lavín disfrazándose de aimara y Super Mario, y haciendo promesas efectistas como hacer llover y nevar; los numeritos de Iván Moreira como el recordado zamarreo a Jorge Schaulsohn y su conato de huelga de hambre después del arresto de Pinochet en Londres, etc. Como bien dijo Jorge Selume en un artículo en La Tercera “la farandulización de la política comenzó hace ya bastante tiempo atrás. La única diferencia es que ahora llegaron los profesionales”

El aparente “payaseo banal y sin sentido” que hacen Jiles, Motuda, Lavín, Moreira y otros entra en la categoría de "performance". Es un concepto proveniente del arte, pero que se aplica mucho más de lo que se piensa en la comunicación política. Según Wikipedia, performance o acción artística "es una obra de arte o muestra artística creada a través de acciones realizadas por el artista u otros participantes, pudiendo ser en vivo, documentadas, espontáneas o escritas, presentada a un público dentro de un contexto de bellas artes, tradicionalmente interdisciplinario". Una muy buena ilustración del concepto se da en este video de la youtuber española Ter (@tercosmicqueen). Si bien se les nota más a algunos que a otros, todos hacemos performances de alguna manera, aunque no nos demos cuenta: el profesor que enseña a sus estudiantes con voz “académica”; el padre que usa un tono de voz “golpeado” para tratar de disciplinar a sus hijos; la mujer que se viste guapa para conquistar al hombre que le gusta; el muchacho que actúa de forma agresiva y amenazante para asustar a los que le quieren hacer bullying, etc. En cierto modo, la performance es parte de la naturaleza humana, y es necesaria en determinadas circunstancias de la vida, así que es mejor aprender a hacerlas bien y a manejarse bien cuando te las hacen antes que esconderse en la negación respecto de ellas.

En política, una performance se puede entender como una puesta en escena mediática, premeditada o no, que busca mandar un mensaje o marcar un punto de manera clara, apelando a las emociones, las necesidades o a referencias culturales en boga. En estricto rigor, todos los políticos hacen performances, incluso aquellos con aire más “republicano”, “serio” y “formal”. Augusto Pinochet tiene varias. Su "taquillera" foto de brazos cruzados y lentes oscuros y sus caminatas con la capa gris a lo Darth Vader son performances de manual. La famosa ceremonia de Chacarillas de 1977 fue una mega-performance al estilo de las que hizo Hitler en su mejor momento. Sebastián Piñera también lo intenta, aunque hay que decir que es un pésimo performer, con cero timing y cero tino. La única que le resultó relativamente bien es la del famoso papelito de los 33 mineros que terminó enervando hasta a su esposa. El resto han sido puros desastres: la foto estilo poster de película de acción hollywoodense con sus ministros en Talcahuano; las patéticas e ineficientes "cadenas humanas" para transportar cajas de alimentos; la infame foto en la Plaza Italia/Baquedano/Dignidad en plena cuarentena; y la aún más infame foto de la bandera chilena dentro de la de Estados Unidos durante su visita a Donald Trump. Durante su primer mandato se hizo un montaje del juego “Monopoly” a escala humana por las calles de Santiago. Tratándose de un juego de mesa en el cual sus reglas establecen claramente que "gana el jugador que hace quebrar a los demás", creo que es la mayor apología al capitalismo salvaje que uno se pueda imaginar.

Pamela Jiles, Florcita Motuda, Cathy Barriga, Joaquín Lavín, Iván Moreira y otros son verdaderos profesionales del arte de la performance. La saben usar de forma efectiva y precisa. Otro que se las trae es José Antonio Kast. Su foto en silla de ruedas y con la pierna enyesada después de que lo sacaron a patadas de una universidad es performance pura. En particular, Pamela Jiles es una acróbata del Cirque Du Soleil en medio de un circo pobre dominado por artistas amateurs. No es tonta ni hueca, y tiene más fondo y preparación de lo que parece. Es como Lady Gaga: da mucho “cringe” cuando hace performances, pero cuando se pone seria demuestra altísimo nivel. Lady Gaga llamó mucho la atención en sus comienzos por sus trajes extravagantes, en especial uno muy recordado hecho con trozos de carne que vistió en una Alfombra Roja; pero a la hora de pararse en el escenario demuestra ser una cantante excepcional. Similarmente, Pamela Jiles sabe cuándo hacer sus numeritos para la galería, pero a la hora de debatir con seriedad es capaz de estar a la altura, como lo demostró en su reciente visita a Comando Jungle y en entrevistas que ha tenido con Tomás Mosciatti. La famosa “carrera” con los brazos hacia atrás era una clara referencia a la serie de animé japonesa Naruto. La Abuela ha declarado su conexión con la cultura del animé japonés y de los k-popers, lo que demuestra su ojo clínico a la hora de analizar a sus potenciales electores. Estos grupos han demostrado ser organizados y disciplinados, siendo capaces de trolearle de forma épica un mitin de campaña a Donald Trump, y que recientemente demostraron su poder al funar masivamente y a nivel mundial al programa “Mi Barrio” de Mega por su infeliz parodia al grupo k-pop BTS.

Como hay más afinidad con el mundo artístico, en la izquierda saben hacer mejor las performances: el citado Florcita Motuda (de hecho, su carrera musical ha sido una performance permanente), Lastesis, Mon Laferte en la Alfombra Roja de los Grammy Latinos, todo lo que hacen Stefan Kramer, Jorge Alís y Natalia Valdebenito, etc. Lo de Lastesis y “Un Violador en tu Camino” es notable, un caso de estudio de performance efectiva. Dio la vuelta al mundo y se transformó en todo un himno del movimiento feminista mundial. Además, fue un “supositorio de merkén” para Carabineros por las referencias a la institución: el nombre, evidente parafraseo del histórico slogan “un amigo en su camino”, y el que la penúltima estrofa del texto de la performance sea la quinta estrofa del himno institucional “Orden y Patria”. Eso caló hondo en el alma de Carabineros, al punto que explicaría en gran parte los desafiantes y performáticos desfiles por las calles de Valparaíso -cuna de Lastesis- en pleno toque de queda cantando “Orden y Patria” a grito pelado a finales del 2019.

Otro ejemplo es una de las más recurrentes performances del Estallido Social, consistente en un grupo de mujeres jóvenes desnudas de la cintura para abajo y vestidas con una notoria cola de caballo. Más allá del buen o mal gusto, claramente hay un concepto detrás y una intención de darle un mensaje al resto de la sociedad. Están jugando con el concepto de “yegua”, palabra que uso recurrente para referirse a las mujeres. El arte no necesariamente tiene que ser estético y sublime, y da margen a la provocación. Muchos compararon esto con los videos de prostitutas de pueblo yendo a “visitar” a los camioneros en paro hace algunos meses, comparación que creo que no resiste mayor análisis. Hay diferencias entre una performance artística de discutible gusto como la de las yeguas, y una vil partusa de viejos calientes como la de los camioneros.

Hay que mirar con más detenimiento estas supuestas "payasadas". En un mundo donde entra mucha información por lo visual y lo emocional, y donde la lectura y el análisis tienen poco peso, el saber manejarse con las performance resulta de vital importancia. Quizás no se pueda gobernar, tomar decisiones y analizar a base de performances, pero si se puede comunicar con ellas, y ahora comunicar es parte fundamental de la batalla por el poder.

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