A propósito de Jenny Alvarez y Paul Rogan ¿Se debe dar tribuna mediática masiva a los contrarios a la vacunación?

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Las sendas entrevistas a la Diputada Jenny Alvarez en LUN y en el matinal de Canal 13 “Tu Día” y el retiro del catálogo musical de Neil Young y otros artistas de Spotify debido a una emisión de un podcast que emite contenidos antivacunas, se suman a la reciente teleserie protagonizada por el tenista Novak Djokovic en el Abierto de Australia. Detrás de todos estos episodios está la duda de si se le debe dar la posibilidad a los opositores a la vacunación contra al COVID la posibilidad de acceder a medios para propalar sus ideas.

“Creer es más fácil que pensar, he ahí la razón de que existan más creyentes”

Albert Einstein

“No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, están basadas en una enraizada necesidad de creer”.

Carl Sagan

Ya vamos entrando al tercer año de la pandemia del Coronavirus, y a esta altura existen pruebas más que contundentes de la efectividad de las vacunas. Además, se estima que, para poder terminar con la emergencia se necesita tener al mayor porcentaje posible de población mundial vacunada, pues los que no lo hayan hecho se transforman en ambientes propicios para la generación de nuevas cepas o variantes del COVID, sin la certeza ni garantía de que, en estas nuevas versiones, el virus se volverá “buena persona”. Por ello, la tolerancia y comprensión se ha hacia aquellos que, ya sea por desconfianza hacia las vacunas o por sostener toda esa bazofia intelectual de la “plandemia”, el “5G” y la “conspiración mundial”, se ha reducido al mínimo.

Durante enero el mundo estuvo pendiente de esa verdadera teleserie que fue el intento del tenista serbio Novak Djokovic de participar en el Abierto de Australia a pesar de no estar vacunado. La postura antivacunas del Nº1 de la ATP es ampliamente conocida, y le significó cuestionamientos en 2020 cuando se contagió por primera vez luego de ir a una fiesta. Para más remate, Nole mintió y ocultó información a la justicia australiana, lo que determinó que fuera expulsado del país, no pudiera disputar el primer Grand Slam de la temporada y quedara impedido de volver a la tierra de los canguros por tres años. Los antivacunas lo defendieron a capa y espada y lo ungieron como “héroe” y “defensor de la libertad”, y su padre lo comparó con Espartaco. Sin embargo, al momento de redactar estas líneas se filtró que Nole decidió vacunarse después de ver el notable triunfo de su archirrival español Rafael Nadal en el Abierto de Australia. Sus pretensiones de “defensor de la libertad” no pudieron resistir el hecho de que, si no se vacunaba, sus posibilidades de competir en el circuito ATP se verían severamente mermadas al no poder acceder a muchas competencias importantes, lo que a la larga le podría costar su privilegiado sitial en el ranking y que Nadal lo superara en estadísticas históricas.

En su edición del viernes 28 de enero del 2022, LUN le dio portada y una entrevista a la Diputada socialista Jenny Álvarez, que unos días antes se había contagiado de COVID y no se había vacunado. La diputada mandó a cuarentena a algunos de sus colegas, incluyendo a toda la bancada de su partido, que la recriminó severamente. El mismo día, la diputada Álvarez fue entrevistada en el matinal “Tu Día” de Canal 13. Tanto Felipe Suárez en LUN como Mirna Schindler, Francesco Gazzella y Mauricio Jürgensen en “Tu Día” se mostraron incisivos e inquisidores frente a una Jenny Álvarez carente de datos duros y parapetada en afirmaciones vagas y sin sustento científico. Una de sus mayores “joyas” fue afirmar que en Japón no habían vacunado a la población y se habían logrado "cifras negativas de personas fallecidas" (¿qué demonios significa eso, que resucitaron algunos muertos?) Al final de la entrevista televisiva, los conductores le ofrecieron a la diputada Álvarez debatir en pantalla con su compañero de bancada y expresidente del Colegio Médico Juan Luis Castro, ante lo cual arrugó olímpicamente. Ambas coberturas suscitaron molestia en muchos sectores por darle prensa a alguien que, con su postura, está en los hechos entorpeciendo el combate contra la pandemia. Sin embargo, dudo que la causa que defiende la diputada haya quedado bien parada. Mientras en el artículo de LUN se les dio espacio a dos expertos que desmintieron sus dichos, Álvarez salió más bien trasquilada de la TV.

Paralelamente a todo esto, se supo que el legendario músico Neil Young amenazó a Spotify de retirar su catálogo musical de la plataforma si seguían transmitiendo el podcast “The Joe Rogan Experience”, del comediante estadounidense Joe Rogan, en el cual se difunde información controvertida, y en algunos casos abiertamente contraria a los consensos científicos respecto al COVID. ¿Qué pasó? Al parecer pesó más el éxito del podcast de Rogan (nada menos que el más escuchado a nivel mundial) y la música de Young terminó desapareciendo del servicio Spotify. Posteriormente Joni Mitchell, otra legendaria artista y contemporánea de Young, tomó el mismo camino y retiró su catálogo. Spotify sintió fuerte el golpe, que se tradujo en pérdidas económicas, baja en el precio de las acciones y críticas surtidas, ante lo cual decidió publicar avisos en los podcast “peligrosos” como el de Rogan informando de su contenido y ofreciendo links a información oficial.

¿Cuál es el problema de que los contrarios a la vacunación tengan acceso a medios masivos? Que sus ideas, a pesar de lo peligrosas y de su poco fundamento científico, puedan encontrar eco en cierta parte de la población que decida ponerlas en práctica, con el riesgo que ello significa para ellos mismos y para otros. Esto puede pasar porque, por lo general, los detentores de estas ideas son personajes carismáticos y con notable manejo comunicacional, que están en perfectas condiciones de hacer “ver mal” a un experto acreditado con toda la evidencia a su favor, pero que no sabe manejarse mediáticamente. Esto es relevante cuando el público al que va dirigido el mensaje tiene un grado importante de analfabetismo científico; donde, en pleno siglo XXI, aún imperan supersticiones en buena parte de la población (el 60% aún cree en el “mal de ojo”); donde no está suficientemente desarrollada la habilidad de analizar críticamente la información disponible en la prensa tradicional y en medios alternativos como Youtube y Spotify; y que tiende a creerle más al que “se ve bonito”, al que “habla bonito”, al "más empático" o al que “tiene mejor presencia” que al que tiene los mejores argumentos.

Al respecto, hay que decir que algo muy bueno en esta pandemia ha sido el notable manejo comunicacional de muchos profesionales de la salud, como el ultra-mediático Sebastián Ugarte, Ramón Yuc Kong, Carolina Herrera, el equipo que armó la futura ministra del Interior Izkia Siches en el Colegio Médico, Eduardo Bronstein (Doctor Sing) y otros, que suelen causar “cringe” en ciertos sectores de la comunidad médica, pero que son necesarios en estas instancias, y han sido exitosos en comunicar a la población de manera simple y efectiva. A diferencia de otros países, en Chile no parecen existir líderes antivacunas relevantes en condiciones de mover masas. Aparte de Jenny Álvarez, está el ultra-funado Florcita Motuda, algunos esperpentos de extrema derecha como el abogado pinochetista Raúl Meza, y el periodista Cristián Contreras (Dr File), que perdió todo el prestigio ganado en años de exposición televisiva por sus posturas conspiranoicas acerca del COVID, fue criticado por no usar mascarilla durante la campaña electoral pasada y obtuvo una votación marginal con su movimiento político. Son pocos, marginales y cuando tienen la oportunidad de hablar por los medios, por lo general dan jugo a raudales. No se ve en ese lote un Pedro Grez en condiciones de debatir con los especialistas con propiedad.

Al menos en Chile, no veo con malos ojos que se les dé acceso a medios masivos a los antivacunas. Creo que, más que darles tribuna, hay que sacarlos al pizarrón tal como intentaron en “Tu Día” con Jenny Álvarez. Llevarlos a un set televisivo, darles la posibilidad de que fundamenten sus posturas y encararlos con expertos validados que los puedan rebatir. La única vez que se dio algo como eso fue en el “Muy Buenos Días” de TVN, el 14 de diciembre de 2016, cuando el ya citado Pedro Grez le dio un baile a toda orquesta a la nutricionista Catalina Miranda en un debate sobre dietas para adelgazar. La comunidad científica suele ser reticente a debatir con personajes que no han cursado sus mismos estudios, ya sea por soberbia, desprecio y/o temor a que un “advenedizo” los haga ver mal. Por otra parte los antivacunas han hecho gala de una mentalidad sumamente cerrada al mejor estilo de integrantes de una secta. A pesar de las evidencias estadísticas de la efectividad de las vacunas, y de los cientos de personalidades antivacunas que proclamaron ideas conspiranoicas a los cuatro vientos y desafiaron la posición oficial, y que terminaron muertas por COVID, muchos siguen manteniendo porfiadamente su posición.

A diferencia de Chile, en otros países donde los antivacunas poseen poder político, económico y mediático, cuentan con la complicidad de gobernantes como Donald Trump, Jair Bolsonaro y AMLO, y son capaces de captar la atención de gran parte de la población, hacer podcasts exitosos e influyentes como el de Rogan, contar con apoyo de fanáticos como Djokovic e incluso posicionarse electoralmente como el diputado argentino Javier Milei. Aún así, la idea de censurarlos y evitar que propalen su mensaje, aparte de poco factible en este mundo con infinitas posibilidades de hacer llegar tu mensaje al mundo de forma masiva, me parece poco adecuada, pues les regala la posibilidad de mostrarse como “mártires de la libertad de expresión” como lo hace Djokovic. Es la manera “fácil” de solucionar el problema, pues no se quiere intentar la “difícil” que es estimular el pensamiento crítico y hacer divulgación científica de calidad.

Por último, ¿quién define qué temas se pueden tocar o no masivamente? Censurar a los antivacunas, aunque puedan existir buenos motivos para ello, puede servir de precedente para aplicar el mismo criterio con otras “ideas polémicas”. Por ejemplo, hasta hace no muchos años atrás manifestar una postura crítica frente a la Iglesia Católica era casi imposible en los medios masivos. El que osara hacerlo lo pagaba caro, como le pasó a la cantante Sinead O’Connor en 1992 en su mítica performance en el Saturday Night Live cuando en su show rompió una foto de Juan Pablo II y lo acusó de encubrir el abuso sexual a menores por parte del clero en Irlanda. Ese episodio le costó a la irlandesa su carrera musical y su salud mental. Acusar al Papa de encubrir pederastas era en 1992 el equivalente a ser antivacunas en la actualidad. Sin embargo, los hechos le terminaron dando la razón a O’Connor, y el encubrimiento sistemático de abusos sexuales de parte de la Iglesia Católica ahora es un hecho más que establecido, que ha tenido un efecto brutal en su credibilidad. 

La historia está llena de ideas que fueron consideradas “abyectas” y se prohibió siquiera promoverlas, pero que en realidad eran demasiado avanzadas para su época, y que posteriormente encontraron un ambiente propicio para florecer. ¿Cómo distinguir estas ideas de los delirios como los de los antivacunas? Gran pregunta a resolver.

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