La farándula nunca murió, solamente hibernó durante tres años


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El inesperado fenómeno mediático suscitado en torno a la mediática pelea entre Anita Alvarado y Daniela Aránguiz es una muestra que la tan odiada y ninguneada farándula no solamente está más viva que nunca, sino que además parece ser hasta necesaria para darle una válvula de escape a una sociedad estresada.

Anita Alvarado contra Daniela Aránguiz. “La Geisha” contra “La Carecuica”. “Las Calilas” contra “Las Mojojojo” en versión Premium. Una polémica con menos glamour que un plato de guatitas, digna de un ring de barro, que se transformó en un fenómeno mediático sin precedentes en la historia de las redes sociales en Chile. El domingo 11 de diciembre, a eso de las 19 hrs, Anita Alvarado realizó un anunciado Live en su Instagram para darle con todo a la ¿ex? esposa de Jorge “Mago” Valdivia, logrando juntar más de 80000 personas, casi el doble de la actual capacidad del Estadio Nacional. Una audiencia que ya se la quisiera cualquier canal de TV abierta.

Este hecho es la constatación máxima de algo que se venía insinuando desde hacer rato con situaciones como la infidelidad de Cristián De La Fuente y los escándalos sexuales de Mauricio Pinilla: la farándula no estaba muerta, ni andaba de parranda. Está despertando de tres años de hibernación forzada debido al Estallido Social y el Coronavirus.

Los dos hitos fundacionales de la extensa “época de oro” de la farándula chilena tuvieron un común denominador: Iván Zamorano. El primero fue el “mechoneo” por celos entre Titi Ahubert y la entonces expareja de “Bam-Bam” Daniella Campos en la discoteque Skuba a mediados de 1999, y la cúspide mediática se alcanzó con el fallido matrimonio entre el “Pichichi” y Kenita Larraín en febrero del 2004. Durante casi dos décadas cada canal de TV (salvo TVN) tuvo su propio programa de chimentos: SQP, Intrusos, Mira Quien Habla, Alfombra Roja, Me Late, y hasta hubo estelares como Primer Plano y Alfombra Roja Prime. Además, fue alimentada por la aparición de los realities y los programas de talento, que se transformaron en verdaderos generadores de rostros hambrientos de fama.

Para el 2019, luego de meses de desgaste y la progresiva desaparición de los programas del rubro (solamente sobrevivió Me Late), el Estallido Social le puso fin al imperio farandulero. El ambiente ya no estaba para banalidades. Era hora de hablar de los “temas importantes”, y los matinales se llenaron de periodistas de actualidad, políticos y hasta intelectuales. Rostros asociados a la entretención como José Miguel Viñuela, Luis Jara, Patricia Maldonado, Diana Bolocco y Tonka Tomicic pasaron a estar fuera de foco y terminaron siendo postergados de la pantalla, mientras que prosperaron otros rostros con un link más directo con la contingencia como Julio César Rodríguez, José Antonio Neme, Rafael Cavada, Eduardo Fuentes y Rodrigo Sepúlveda. Lo anterior se suma al auge de la corrección política, que llevó a que gente como Karol Lucero y Kike Morandé se vieran de un día para otro severamente cuestionados por las mismas cosas por las que los llenaron de aplausos anteriormente. La pandemia profundizó este estado de cosas. “Bailando por un Sueño”, un programa que tocaba claramente la tecla farandulera, fracasó estrepitosamente por ser completamente inadecuado para las circunstancias que se vivían en ese momento. Salvo algunos hechos puntuales como el ataque de Nano Calderón a su padre, los temas de farándula quedaron sepultados por las crisis social y sanitaria que vivió el país desde octubre del 2019.

El plebiscito de salida del 4 de septiembre pasado pareció marcar el inicio del fin del auge de la TV centrada en la contingencia. Así como el 2019 estábamos saturados con la farándula, ahora estamos hasta la tusa con “caldos de cabeza”, portonazos, peleas políticas, vendedores ambulantes, problemas con inmigrantes, funerales narcos y todos los temas que prevalecieron todo este tiempo. El impacto de polémicas como la pelea Alvarado-Aránguiz parece indicar que esta sociedad chilena ansiosa, endeudada, muerta de miedo y estresada a más no poder necesita esa válvula de escape que entrega la entretención y la farándula.

A diferencia de la “época de oro”, ahora la farándula está posicionada en las redes sociales, en el ecosistema de podcasts, en los canales de cable y en canales abiertos pequeños como TV+. El auge del uso de Instagram, Spotify y Zoom durante la pandemia abrió las puertas a que cualquier persona, con una inversión razonable, pueda hacer productos audiovisuales de bajo costo e impacto perfectamente comparable al de los medios tradicionales. ¿Volveremos a ver programas dedicados a la farándula como en la “época de oro”? Lo dudo, pues la industria televisiva ya no es lo que era y las redes sociales ofrecen muchas posibilidades de desarrollo sin necesidad de depender de la infraestructura ni de someterse a las condiciones que impone la TV abierta.

Otra cosa llamativa de esta “farándula 2.0” es la toxicidad de las polémicas. Siendo franco, la reyerta Alvarado vs Aránguiz es sumamente rasca y de baja estofa. Es una pelea entre dos mujeres con fama bien ganada de “chorizas”, donde el fair play y las buenas maneras brillan por su ausencia, y en donde no sorprendería que se agarraran a cuchillazo limpio si se diera la ocasión. Lo mismo ocurre con las polémicas en las que se vio envuelto Mauricio Pinilla con su ex esposa y con una reconocida escort que terminaron liquidando su prometedora carrera como rostro de entretención familiar en TVN. Lo de Cristián de la Fuente, por el contrario, fue una polémica más tradicional, en donde los palos que recibió fueron por la incoherencia de su actitud con la imagen de “defensor de los valores familiares” que había vendido públicamente en los meses previos.

La farándula es parte de la naturaleza humana. No existe solamente en el mundo del espectáculo y las comunicaciones. Tenemos “hogueras de vanidades” en el mundo político (“la política es la farándula de los feos”), en el deporte, en el mundo académico e intelectual, en el mundo financiero, y en general en cualquier rubro donde haya intereses, competencias, guerras de egos y sed de poder, dinero y fama. Como lo demuestra la exitosa incursión en política de personajes provenientes del mundo del espectáculo como Donald Trump y Pamela Jiles, la farándula es un buen caldo de cultivo para la formación de personajes que prosperan en otras áreas.

No cabe duda que la farándula es un placer culpable en toda la línea. Admitámoslo o no, a todos nos gusta el chisme, el hablar de los defectos de otros, en especial de las personas que están en un lugar de privilegio. Por muy mal visto o desprestigiado que esté, siempre va a ser parte de nosotros. Siempre habrá público para eso.

 

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