Eduardo Ravani y Alipio Vera: dos próceres de la TV chilena en tiempos difíciles.

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La muerte de estos dos grandes personajes de la televisión chilena nos lleva a reflexionar acerca de sus respectivos legados, y del rol que jugaron en una época dura de nuestra historia.

 El lunes 20 de marzo del 2023, la industria televisiva chilena perdió a dos de sus fundadores. Con horas, quizás minutos de diferencia, Eduardo Ravani se juntó con Jorge Pedreros para tomar la dirección del gran show de la eternidad, mientras Alipio Vera reportea los distintos rincones del cielo.

Ravani fue uno de los pioneros de la TV chilena. Junto a su inseparable socio Fernando Alarcón, compañeros de curso en el Liceo Barros Borgoño (“La Universidad del Matadero”), curtió su talento para el espectáculo en las kermesses de la U de Chile, los clásicos universitarios de la década de los 60, y en diversos escenarios en donde se presentaron como “Los Papparazis”. Así, llegaron a formar parte del proyecto de creación de Televisión Nacional de Chile, donde llevaron a la TV a próceres como Pedro Carcuro y pusieron las bases del departamento de prensa. Al poco andar, Ravani se transformó en uno de los grandes directores de la TV chilena. Estuvo a cargo del Festival de Viña en siete ediciones, y fue el director del recordado “Dingolondango” conducido por Enrique Maluenda, considerada la competencia televisiva más seria que jamás tuvo “Sábados Gigantes”.

Sin embargo, su máximo legado es el “Jappening con Ja”, en donde fue el gran motor y parte del equipo fundador junto con Alarcón, Jorge Pedreros, Maitén Montenegro y Gloria Benavides. Aquel quinteto de jóvenes pelusones y talentosos que fueron echados con viento fresco de Radio Minería, que buscaron reírse de la excesiva pompa y acartonamiento de la televisión de entonces, y que se terminaron transformando en el segundo programa más importante de la historia de la TV chilena, detrás de “Sábados Gigantes”. Crearon un universo de personajes entrañables que se enquistaron en la idiosincrasia nacional. Un programa que marcaba 80 puntos de rating en su mejor momento y que fue cancelado cuando bajaron a 60 puntos; que se ganó Gaviota de Plata en Viña 1981 con una performance inolvidable.

El Jappening duró casi un cuarto de siglo con muchos accidentes: una inexplicable cancelación en 1981, un 1982 con “La Oficina” en Canal 11 y el retorno en 1983; la primera gran pelea entre Pedreros y Ravani en 1988 y el fin del programa en TVN en 1990; el retorno en 1992 a través de Mega; la crisis de finales de 1999 e inicios de 2000 con la segunda gran pelea entre Pedreros y Ravani, la hospitalización de Pedreros, la trágica muerte de Oscar Olavarría y una temporada que partió a los tumbos, con serio riesgo de cancelación, y que fue salvada in extremis por el fenómeno Charly Badulaque; y el final definitivo en el 2004, cuando sucumbió al gran arrastre que tenía en ese momento Ernesto Belloni.

Un dato no menor: la última presentación del Jappening original, en la Teletón del 2007, a las 4 de la madrugada, en ese recordado sketch con Don Francisco haciendo de Peñita y Jordi Castell haciendo de Juan Segura (“suelte la luma, Segura”), obtuvo 50 puntos de rating.

Ravani fue exponente de la escuela de directores de Gonzalo Bertrán y Alfredo Lamadrid, de carácter fuerte, mal genio y alta exigencia. Sus compañeros lo llamaban “Rabiani” y de ahí surgió el personaje de “Fifi”. Ese mal genio que lo hizo caer en conductas por las cuales habría sido severamente cuestionado o incluso funado en la actualidad; que lo hizo criticar ácidamente a la alcaldesa de Viña Eugenia Garrido por oponerse a la venida de Julio Iglesias al Festival de Viña siendo que Ravani ya lo tenía prácticamente listo; y que lo hizo tirarle su silla rota a un ejecutivo de Mega.

Por su parte, Alipio Vera fue fundador de “Informe Especial”, autor de reportajes inolvidables como el de los rugbistas uruguayos perdidos en la cordillera, reportero en diversos conflictos bélicos, y un maestro en el arte del periodismo costumbrista. Sus reportajes sobre el campo y lugares desconocidos de Chile fueron la antesala de lo que ahora conocemos como “Lugares que Hablan”. Muy recordado por los colegas que trabajaron con él, en especial por los que llegaron a ser sus primeras armas en el periodismo a su lado, que disfrutaron de sus enseñanzas y de su carácter campechano.

A Ravani y a Alipio, así como a otros rostros televisivos de la época, se les suele acusar de no haber usado su tribuna para denunciar las atrocidades de la Dictadura, de ser condescendientes con el gobierno de entonces, y a Ravani y al Jappening en particular se los tildó de “bufones de Pinochet”. Siendo honestos, si hubieran hecho o dicho algo, en el mejor de los casos los echan y nos quedamos sin “Jappening” ni “Informe Especial”. En el peor, los exilian, torturan, desaparecen o matan. Estoy seguro que mucha de la gente que trabajó en TVN en esos años eran contraria a Pinochet, pero no lo manifestaron para cuidar sus vidas y empleos. Creo que muchos sabían, o al menos intuían, lo que pasaba, pero no decían nada porque sus posibilidades reales de rescatar a alguien o cambiar algo eran ínfimas, y lo único que podían lograr era transformarse en mártires inútiles. Tenían claro que, aunque suene frío, eran muchos más útiles para sus familias estando vivos y con trabajo que muertos o vetados laboralmente. Algunos lo intentaron, como Patricio Bañados, y terminaron fuera de la televisión. Se tuvieron que bancar una época oscura de la historia de Chile, lograron sobrevivir para contarlo, y ayudaron a hacer más llevadero ese aciago momento, con buen periodismo y entretención de alto nivel.

Aquellos que son fieles a sus principios asumiendo las consecuencias, e incluso inmolándose por ellos, me parecen sumamente respetables. Pero entiendo y empatizo con aquellos que buscan sobrevivir de manera honesta en un ambiente complicado. Volverse mártir no puede ser obligatorio. Nadie te puede obligar a ser mártir, ni nadie te puede reprochar el que hayas optado por no serlo.

Ravani y Alipio son próceres indiscutidos de la TV chilena. El impacto que sus muertes y la manera en que la opinión pública ha celebrado sus vidas lo dice todo. Cumplieron con su misión a cabalidad y ahora descansan mirando con orgullo su legado desde arriba.

Que en paz descansen, distinguidos maestros. Gracias por todo.

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