Los discretos resultados del nuevo “Señor de la Querencia”: la vara estaba demasiado alta.

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La nueva versión de la clásica teleserie nocturna no ha logrado los resultados esperados, y ha recibido severos cuestionamientos. Faltó preparación para la tan previsible como difícil comparación con la versión original.

El Señor de la Querencia no arrasó. Aunque en un inicio marcaba bien, la nueva nocturna de Mega ha terminado sucumbiendo ante la guerra de los realities. Ni hablar de siquiera emular el fenómeno que suscitó la versión original en 2008.

Faltó una buena vuelta de tuerca. La comparación con la versión original pesa demasiado. Al parecer no fue una buena decisión ocupar el mismo guion de la versión de TVN. Eso exacerbó las comparaciones, y la nueva versión quedó en una posición donde no tiene cómo salir bien librada. Podrían haber desarrollado más la historia, hacer una precuela o una secuela, o incluso haber adaptado la misma trama en un contexto diferente.

Freddy Mercury con chupalla. Julio Milostich hay uno solo. Se nota que Gabriel Cañas está haciendo su mejor esfuerzo, pero simplemente no da con el tono del personaje de José Luis Echenique. El fantasma de la portentosa actuación de Julio Milostich pesa demasiado. Cañas más parece villano de “Spaguetti Western” que patrón de fundo chileno. 

Una buena idea mal desarrollada. Se intentó emular una interesante idea de la serie “Bridgerton”: hacer versiones orquestadas de temas actuales, pero musicalmente adaptadas a finales del siglo XIX, época en la que transcurre la serie estadounidense. Sin embargo, el asunto no cuajó. Se han escuchado versiones campesinas muy forzadas de “Juegos de Seducción” de Soda Stereo y “Llueve sobre la Ciudad” de Los Bunkers, canciones que no encajan ni con fórceps en el Chile rural de los años 20 del siglo pasado.

La pérdida de la violencia por la “perspectiva de género”. Una de las pocas novedades fue el intentar contar la historia con “perspectiva de género”, lo que para efectos prácticos significó quitarle la carga de violencia que fue vital para el éxito de la versión original. El Echenique de Milostich fue lo que fue porque era violento, y esa violencia reflejó muy bien lo que sucedía con los patrones de fundo chileno. Por algo se transformó en un personaje arquetípico. Creo que la “perspectiva de género” no puede llevar a desnaturalizar las historias originales. ¿Qué significaría hacer una versión “con perspectiva de género” de “El Padrino”: una donde las mujeres de la familia tenían tanto o más poder que los hombres, donde no hay muertos ni sangre? El resultado de eso sería un bodrio impresentable. “El Padrino” es lo que es porque transcurre en un ambiente hiper machista y patriarcal, y donde había sangre, balas y muerte a raudales. Es una historia de mafiosos, ¿qué esperaban? Para criticar la violencia de género, no creo que sea buena idea tapar, edulcorar o falsear la realidad.

Aprendizajes para el futuro. Ya se anuncian las nuevas versiones de “La Fiera” y “Amores de Mercado”, y tal parece van a insistir con el apego a los guiones originales, sin más variaciones que buscar los actores precisos para roles emblemáticos como Pelluco, Rodolfo, las Peralta o la Shakira. ¿Podrán resistir las comparaciones, sucumbirán como el Señor de la Querencia, o tomarán nota de las lecciones de esta primera experiencia e intentarán hacer algo diferente?

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