El precedente de Los Locos del Humor en Río Bueno: ya no hay margen para darse gustitos.

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Más allá de lo vulgar y poco ajustada a la época de su rutina, el escándalo del show de Los Locos del Humor en Río Bueno tiene implicancias graves para los comediantes, pues los obliga a ser mucho más cuidadosos.

El show del dúo de humor callejero “Los Locos del Humor” en la “semana riobuenina” trajo polémica. Casi inmediatamente salieron diversas voces criticando el exceso de vulgaridad y misoginia de la rutina. Hasta la aún ministra de la mujer Mónica Zalaquett, a quien se le acusa de inacción en diversos temas relacionados a su cartera, rasgó vestiduras vía redes sociales. La única “defensa pública” ha corrido por cuenta del inefable diputado electo Johannes Kaiser, conocido por sus expresiones abiertamente misóginas. Como era de esperarse, los comediantes tuvieron que deshacerse en explicaciones y pedir disculpas.

Después de ver el show en cuestión en Youtube, las objeciones se explican por sí solas. Esto fue un riguroso compendio de todo lo funable y execrable en el humor actual: vulgaridad extrema, misoginia, homofobia, discriminación, xenofobia, y hasta un chiste de violación. Una rutina auténticamente “canera”, ni siquiera callejera, que ni el más desubicado de los payasos de micro se atrevería a perpetrar. Lo grave es que sus autores no son novatos, sino que profesionales del humor con años de trayectoria en diversos escenarios, incluyendo dos exitosos pasos por el Festival de Viña. 

Queda la sensación que vivieron encerrados en un sótano durante los últimos cinco años y no se enteraron del violento “cambio de rayado de cancha valórico” que se produjo en Chile. El horno no está para bollos, y casi no hay margen para el antiguo humor “boomer” ni menos para rutinas más negras o políticamente incorrectas. Edo Caroe, que logró destacar a mediados de la década pasada con su stand-up pasado de pueblos, desapareció de los medios masivos poco después de su exitoso show en Viña y tuvo que “submarinearse” en los podcast y en espectáculos más underground porque su estilo de humor ya no tenía cabida.

Resulta llamativo que todo esto se suscitó por un show en un evento veraniego en Río Bueno, localidad rural ubicada en la Región de los Ríos, que no se transmitía por la TV abierta, pero si por streaming y que alguien tuvo la peregrina idea de colgar en You Tube. Queda claro que si esto no hubiera sido transmitido ni grabado, pasa colado. Actualmente cualquier evento, incluso la más modesta tocata en la parrillada de la esquina, puede potencialmente ser transmitida en vivo y en directo para todo el planeta como si fuera el Super Bowl, o grabada para ser posteriormente publicada en You Tube.

Los comediantes suelen preparar rutinas adaptadas al público y al ambiente al que van, y evidentemente no hacen lo mismo en la TV abierta que en un show cerrado. Claramente el Daniel Vilches del Festival de la Una, Sábados Gigantes o Morandé con Compañía no es el mismo que el de su compañía de revistas. En un evento cerrado, en especial si es para adultos, se pueden permitir licencias, darse “gustitos” y saltarse límites que no podrían en una rutina que va a ser transmitida en directo o grabada.

En 1992 asistí a un show de Álvaro Salas en la Semana Mechona de la Universidad Santa María. Su rutina estaba cargada de un brutal doble sentido, con alusiones al SIDA y a Rock Hudson en una época en que se asociaba fuertemente esa enfermedad con la homosexualidad. Claramente eso no podría haberlo contado en Canal 13 ni en el Festival de Viña, ni en esa época ni menos ahora. Me pregunto qué hubiera pasado con la carrera del ex Pujillay si dicho espectáculo se hubiera podido transmitir por streaming o colgar en You Tube.

Probablemente, los Locos del Humor planearon su rutina pensando en un evento en una zona rural donde la gente es menos susceptible que en las urbes, y no hay tantos cuestionamientos con este tipo de comedia. De hecho, a juzgar por lo que se aprecia en el registro del show, la rutina fue bien recibida y no se notó rechazo alguno de parte del público asistente. Me pregunto si ellos hubieran planteado el mismo show de tener conciencia que habría streaming y grabaciones. Un caso extremo lo vivió en abril de 2017 la comediante Botota Fox, que se tuvo que deshacer en disculpas al publicarse en las redes un extracto de un show suyo en una disco en la cual hacía un escarnio muy subido de tono de la situación de Nabila Rifo, una mujer de Coyhaique que quedó ciega producto de VIF. Más extremo aún fue el caso del actor y comediante estadounidense Michael Richards, conocido por su papel de Cosmo Kramer en la serie “Seinfeld”, quien en un show de Stand-Up de 2006 en California dedicó fuertes insultos racistas a un grupo de afroamericanos que estaba entre su público, usando en repetidas ocasiones la palabra “negros”. El video de la escena trascendió públicamente, y Richards se tuvo que disculpar. Esto marcó fuertemente su carrera, al punto que tuvo que dejar la comedia Stand-Up.

El precedente que se sienta aquí es clarísimo: cualquier show de comedia, aunque sea en el más modesto de los locales o el más restringido de los ambientes, es susceptible de ser transmitido o grabado. En consecuencia, y más aún en este momento, el margen para “darse gustitos” o hacer rutinas más zarpadas queda reducido al mínimo. Tienes que pensar todas tus rutinas como si fueran para un estelar de TV o el Festival de Viña.

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