El día en que Will Smith pudo “ser leyenda” y terminó siendo “enemigo público”

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A casi dos semanas de la historiada agresión de Will Smith a Chris Rock en la última entrega de los Oscar, hace bien analizar el tema con mayor perspectiva y con la pelota en el piso. Lo que partió como la comprensible reacción de un hombre defendiendo a su pareja de las insolencias de un rufián, terminó siendo el peor error de su carrera y quizás de su vida.

 Al principio muchos aplaudimos a Smith por "defender a su esposa" y criticamos a Rock por su chiste desubicado e insensible. Más allá del escándalo que se armó en una ceremonia transmitida en vivo y en directo a todo el planeta, a muchos nos calzó el rol de “caballero andante defendiendo a su Dulcinea en apuros” que asumió Smith.

Catorce días después, al protagonista de la saga de “Hombres de Negro” se le vino la noche con todo: el que pudo ser su "momento de gloria" al ganar el Oscar al mejor actor se transformó en el inicio de una horripilante debacle que tiene su carrera colgando de un hilo: fue severamente criticado en forma casi unánime; fueron congelaron diversos proyectos cinematográficos en los que estaba contemplado; tuvo que renunciar a su membresía a la Academia de Hollywood; hasta su supuesta “Dulcinea en apuros” Jada Pinkett Smith le quitó el piso públicamente al afirmar que “había exagerado” al ir a cachetear a Chris Rock; existió la posibilidad de que le quitaran su Oscar recién ganado, y aunque logró conservarlo, la Academia lo condenó a una década de ostracismo de cualquier ceremonia bajo su patrocinio, incluyendo por cierto las entregas de premios Oscar en ese período; para rematar, decidió internarse en una clínica psiquiátrica para tratarse su evidente problema de control de impulsos y para capear el temporal de la mejor forma posible.

Algunos pensaron que esto era un tongo libreteado, pero los hechos posteriores desmintieron dicha hipótesis ¿Para qué Smith se iba a prestar a una farsa en donde no tenía cómo salir beneficiado?

¿Y qué pasó con Chris Rock? El comediante pasó de ser un imbécil insensible que hizo escarnio público de la dolorosa enfermedad de una mujer, a ser un ejemplo de resiliencia y profesionalismo al mostrar aplomo y compostura ante el incidente, manejarlo con naturalidad y continuar con su rol de presentador casi sin inmutarse. Siendo el que desató toda la tormenta, salió fortalecido del incidente y hasta recibió las disculpas públicas de Smith y de la Academia.

Otro tema es el de la reacción de la Academia. De partida, claramente les faltó revisar las rutinas de los comediantes-presentadores, y no solamente en el caso de Chris Rock, quien tuvo semanas para prepararse e informarse de la situación de Jada para abordar el tema sin que resultara ofensivo. Las tres conductoras del evento, Amy Schumer, Regina Hall, Wanda Sykes, hicieron gala de rutinas que estuvieron al filo del mal gusto y lo ofensivo, incluso llegando al límite del acoso cuando Regina Hall realizó tocaciones al actor Jason Momoa. Es cierto que se estila mucho asignar como anfitriones de las entregas de premios a comediantes irreverentes, sarcásticos y habituados a jugar “al filo del reglamento” como Ricky Gervais, pero otra cosa es toquetear invitados y hacer mofa de enfermedades de algunos de los asistentes. Por otra parte, creo que el manejo mismo del incidente fue en general acertado. Aunque lo lógico era que hubieran expulsado a Smith de la ceremonia y resultó paradójico ver al público del teatro aplaudiéndolo de pie al ir a recibir su Oscar, y durante su discurso de aceptación de pastor tele-evangelista, creo que lo mejor era ponerle paños fríos al asunto, permitir que la ceremonia terminara de la mejor forma posible, y actuar de oficio posteriormente, que fue de hecho lo que se hizo.

 ¿Qué se puede sacar en limpio de todo esto?

 1)      Este incidente reveló que algunos somos más conservadores, patriarcales y machistas de lo que creemos que somos. La idea del “caballero andante que tiene que defender a su dama” está en lo profundo del subconsciente de muchos, y no va a ser fácil sacarla de ahí.

2)      Aunque los motivos sean comprensibles o hasta justificados, una “salida de madre”, una reacción incontrolada, irse a negro en el peor momento posible, te puede salir carísimo. Te puede costar prestigio, sanciones y hasta daño profesional y laboral. Mejor ahorrarse la cachetada al que te ofende, aunque creas que se la merece, y buscar otra manera de expresar tu molestia. Esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo, más aún en un medio donde, por idiosincrasia, se estila el agarrarse a combos para “hacerse respetar” y donde no hacerlo te hace quedar como un pelele cobarde sin dignidad ni amor propio. Esas actitudes, que eran toleradas e incluso alentadas hasta hace poco, ahora son cuestionadas y motivo de preocupación.

3)      Tal como lo demuestran los casos de Bill Cosby, Harvey Weinstein, a nivel local Tito Fernández y Florcita Motuda, y otros próceres que perdieron sus carreras y ensuciaron su legado y logros con sus fechorías, hoy en día comportarse públicamente en forma civilizada y tratar con respeto a los demás es más que una exigencia de urbanidad y buena educación. Si no te quieres portar bien y controlar tus impulsos por convicción personal, al menos hazlo para cuidar tu prestigio y carrera y preservar tu legado para la posteridad. Hay cada vez menos margen para “estrellas” con actitudes soberbias y que faltan el respeto a los demás. Enhorabuena por ello.

4)      Hay cada vez menos margen para el “humor-bullying”, basado en la burla y el escarnio. Rutinas que hubieran sido toleradas, aceptadas o incluso aplaudidas hasta hace una década atrás ahora son severamente cuestionadas. El que quiera insistir en esa línea tendrá que renunciar a la masividad e irse a círculos cada vez más restringidos.
 

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